martes, 1 de mayo de 2012

Binomio fantástico: cuaderno - conejo


Al principio, mientras recogía todas sus cosas de la casa de sus padres, no había reparado en ese cuaderno. Probablemente, se encontraba aplastado entre carpetas de apuntes y fotocopias de sus años en la universidad. Ya en su piso, mientras decidía qué hacer con cada uno de aquellos objetos carentes de sentido, no recordó haber comparado ni usado nunca aquel cuaderno de tapas azules y lo abrió con la curiosidad de quien está entrando, con cierto morbo, en la intimidad de otro. Encontró entonces el dibujo de un conejo rechoncho y de aspecto cansado, un conejo de orejas gachas y mirada descreída. Se asustó un poco cuando vio que aquel ser extraño saltaba de la hoja cuadriculada hasta el sofá, pero decidió tomarse el incidente con calma. Pensó que el conejo tendría ansias de libertad y acabaría por desaparecer en poco tiempo. En ningún momento imaginó que iba a tener un inesperado compañero de piso, que pasaría las veinticuatro horas ocupando su lado del sofá. Lo cierto es que a Claudia le resultó gracioso desde el principio y nunca le supuso un problema aquel mamífero, salvo las tardes en que regresaba a casa y descubría que se había bebido todas las latas de cerveza. Por otro lado, apenas abría la boca, aunque, cuando lo hacía, tenía la mala costumbre de hablar en un tono sentencioso y con desdén.
Previó con claridad el desenlace aquel miércoles, en que lo encontró absorto mirando un pintalabios. La ira le rebosaba. Bajó a comprar tabaco sin querer enfrentar la situación y, al regresar, el conejo se había largado. No le hacía falta leer el mensaje en el móvil que le mandó Claudia mascullando una disculpa cobarde. Pasó meses echándolos de menos.

2 comentarios:

  1. Original, divertido y pelín doliente,: Maravilloso

    ResponderEliminar
  2. Genial, Quique!!Sólo nos queda ponerle un buen título!!

    ResponderEliminar